El misterio de la luna creciente by Valentine Williams

El misterio de la luna creciente by Valentine Williams

autor:Valentine Williams [Williams, Valentine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1935-01-15T00:00:00+00:00


Capítulo dieciocho

A la mañana siguiente tampoco tuve noticias de Dene. Lo cierto es que no sabía cómo actuar. Mientras él siguiera abogando por la inocencia de Fritz Waters yo podría seguir relativamente tranquilo en lo referente a la confesión de Graziella. Pero el episodio de la pulsera era una cuestión muy diferente. Se trataba de una nueva e importante pista y debía informar lo antes posible al sheriff, al fiscal de distrito o a quienquiera que estuviese oficialmente a cargo de la investigación. No obstante, me resistía a dar un solo paso antes de hablar con Dene. De modo que sobre las diez di un paseo hasta la casa para llamar por teléfono a Los Cedros.

Charles estaba en el porche visiblemente malhumorado, vestido de traje y fumándose un puro después del desayuno. La vista preliminar, me explicó, era a las once en punto en el salón de baile de Hartigan’s, en el pueblo. Al parecer solo él y el viejo Bracegirdle habían decidido asistir, pues el procedimiento era mera formalidad administrativa. Se llevaría a cabo la identificación del cadáver, pero no había más pruebas que aportar, y Hank iba a solicitar un aplazamiento de una semana para poder completar su investigación. Entretanto, la tarde anterior a última hora habían llevado a Waters ante el juez de paz en Springsville, donde había sido formalmente acusado de asesinato. Él se había limitado a negar la acusación sin hacer ninguna otra declaración. Pregunté qué habían hecho para conseguirle a un abogado defensor.

—Walter Lauff, el abogado de los Haversley en Chicago, va de camino a Red Falls en el tren de las diez —respondió Lumsden—. A petición de Graziella, le llamé ayer por la mañana a primera hora a su casa en Chicago y dijo que cogería el primer avión a Nueva York. Graziella quería consultarle sobre la defensa de Waters… —dijo apretando el cigarro con los dientes—. Traté de sugerirle que, dadas las circunstancias, quizá sería más adecuado para ella mantenerse al margen. Pero las mujeres son tan condenadamente tozudas que no quiso escucharme. Bueno, mucho me temo que los dos están en una situación difícil. De todas maneras, no podrán decir que aquí no hemos hecho por ellos todo lo posible. Especialmente tú, Pete. Aunque he de reconocer que no estoy del todo seguro de aprobar que nos ocultaras que Waters había amenazado a Vic.

Yo me encogí de hombros.

—Incluso ahora lo único que tienen contra él es puramente circunstancial. Debes admitirlo.

Charles enrojeció de repente, airado. Como la mayoría de la gente honesta, se enfadaba con facilidad.

—Es culpable, te lo digo yo. No soportaba a Vic…, él mismo lo admitió. Y él y Graziella están locos el uno por el otro. Tanto Oscar como Janet los calaron la misma tarde que él llegó.

—La señorita Ryder es más mala que la quina. Al oírla hablar cualquiera pensaría que Graziella lo empujó a hacerlo, como si fuera Ruth Snyder[4].

—Oscar Bracegirdle es uno de los hombres más astutos que conozco y cree que Waters es culpable.

—Eso



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